Todo esto tiene que saberse, al cumplirse cuatro meses de horror

07/Feb/2024

Semanario Hebreo Jai- por Ana Jerozolimski

Semanario Hebreo Jai- por Ana Jerozolimski

Hoy miércoles 7 de febrero se cumplen 4 meses desde aquel horrendo sábado 7 de octubre que cambió la historia de Israel. Los 3.000 terroristas salvajes que irrumpieron armados a más de 20 comunidades civiles  en el sur de Israel, asesinaron a más de 1200 personas, la mayoría civiles pero también soldados y oficiales, secuestraron a 253 a la Franja de Gaza, violaron cruelmente , destruyeron, cometieron atrocidades y dejaron a más de 10.000 heridos.

Unos 230 soldados caídos en la lucha contra Hamas son parte del terrible precio pagado que se agregó al del 7 de octubre. Ya son más de 1400 los muertos por este nuevo asalto terrorista de Hamas. Y se sigue luchando.

Cuatro meses pasaron y está claro que la guerra aún requerirá mucho esfuerzo. Por lo monstruoso de la infraestructura terrorista en Gaza, por el hecho que en absolutamente todas las casas hay armas, al igual que en escuelas, mezquitas, instalaciones de la ONU y hospitales, y por el hecho que contrariamente a lo que alegan los palestinos y demasiados periodistas repiten sin pensar Israel no arremete contra Gaza en forma indiscriminada sino que hace un máximo esfuerzo para separar a los civiles de los terroristas, el avance es a un ritmo cauteloso.

También el hecho que los terroristas tienen a nuestros secuestrados como escudos humanos influye directamente en el combate, que debe ser, como decíamos, cauteloso.

Cauteloso, pero firme y decidido.

Los golpes militares a Hamas son enormes. Israel publicó que ha eliminado o detenido a no menos de 20.000 terroristas y que ha destruido a 17 de los 24 batallones de Hamas. Sería oportuno recordar que en la guerra en Mosul, Irak, Estados Unidos combatió nueve meses contra los terroristas , que no eran más de 5.000. Una ciudad. Israel combate en varios puntos a la vez en la Franja de Gaza y cuando empezó la guerra, se estimaba que Hamas tenía a unos 30.000 hombres armados. Captar estos números ayuda a dimensionar la envergadura del desafío con el que lidia Israel.  Y del heroísmo. Sí, heroísmo, porque todos los soldados y oficiales en el frente tienen claro que arriesgan su vida diariamente. Y todos hablan de la enorme motivación entre las tropas, lo cual indudablemente no significa que sean inconscientes del peligro, sino conscientes de su responsabiidad.

Unidades selectas de las Fuerzas de Defensa de Israel avanzan metro por metro, concentrándose ahora en Khan Yunes, donde la brigada central de Hamas, según el Ministro de Defensa Gallant está por caer totalmente. Avanzan en la superficie y debajo de la tierra, destruyendo todos los días túneles terroristas.

Y está también el duro precio del desalojo de cientos de miles de israelíes de sus casas, tanto en el sur como en el norte-recuérdese que como señal de “solidaridad con Gaza” también la organización terrorista pro iraní libanesa Hezbolá dispara hacia territorio israelí- lo cual altera la vida en forma drástica por mejor buena voluntad con que la gente haya sido recibida en hoteles y ciudades en las que les dieron casas temporarias. Nada como el propio hogar.

Las fallas colosales previas al 7 de octubre, que hicieron posible la masacre y la invasión – por las que políticos y altos oficiales tendrán que pagar con sus cargos – determinaron que el horror con el que se resume las pérdidas sufridas supere en la percepción de los israelíes inclusive a la traumática guerra de Iom Kipur.

Aunque ha habido guerras que despertaron serias polémicas en la sociedad israelí, como la primera guerra en Líbano, en general el pueblo siempre tuvo claro que nadie aquí busca aventuras bélicas innecesarias y que se sale al campo de batalla cuando no hay más remedio. Cuando hay que defenderse. Cuando el enemigo impone esa necesidad. Pero ninguna guerra como ésta.

Es que en esta guerra no se puede tratar meramente de ganar unos años de tranquilidad. Esta es una guerra contra el mal absoluto, contra una ideología genocida que si no hubiera sido finalmente detenida habría seguido avanzando hacia el centro de Israel para matar, violar y destruir. Es una guerra en la que el enemigo no puede ser frenado sino destruido, desarticulado totalmente.

El pueblo de Israel lo entendió de inmediato.

Enormes cantidades de jóvenes israelíes que andaban paseando por el mundo, como mochileros en América Latina, recorriendo aldeas pintorescas en Asia, estudiando o trabajando en Estados Unidos o Europa, se organizaron desesperados antes de que los llamen, para venir a defender a la patria.

Sonará a frase altisonante para despertar emoción. Pero fue la pura realidad. Llegaron de todos los confines de la Tierra porque entendieron que el hogar está en peligro.

Derecha, izquierda, del kibutz y la ciudad, sabras nacidos en Israel y viejos y nuevos inmigrantes, se presentaron para aportar. Para defender.

Y también el pueblo israelí se levantó en armas.  El arma de la solidaridad, del apoyo mutuo, de la ayuda al necesitado. Y hasta ahora siguen organizándose miles de iniciativas, desde voluntarios que van a los tambos del sur, hasta quienes ayudan en el sur y el norte en las cosechas. Las madres y abuelas que cocinan para las familias de duelo o simplemente para las familias cuyos padres están en el frente. Y tanto, tanto, tanto más…

El pueblo de Israel en su mejor expresión.

El máximo dolor es por los que no volverán. Civiles y soldados caídos en combate.

Y por los 136 secuestrados aún en Gaza, de los que Israel ya confirmado oficialmente que 31 están muertos. Y citando fuentes militares no identificadas, el periódico The New York Times escribió esta semana que se estima que por lo menos 20 más no están con vida. En realidad, sobre absolutamente ninguno hay certeza de que vuelva sano y salvo.

Cada día que pasa aumenta el peligro. Ni que hablar para los niños, los enfermos, los heridos, los ancianos…pero también para todos los demás. Para los que fueron llevados en principio sanos a Gaza, por la fuerza, y desde entonces no ven la luz del sol. Y comen media pita por día. Y se mueren de angustia por no saber qué pasó con sus seres queridos. Pensemos también en eso. Aquí, en Israel, las familias se carcomen de angustia sin saber si sus seres queridos están con vida o ya no. Pero allí, en Gaza, los secuestrados no saben si Israel fue destruido y si sus familias viven. Según contaron algunos de los secuestrados que volvieron, Hamas les hacía terrorismo sicológico y les decía que no había quedado nada de sus comunidades.

Se cumplen cuatro meses de todo este horror, sin que sepamos hoy hasta cuándo seguiremos contando fechas redondas y resumiendo lo vivido desde el 7 de octubre.

Israel no puede poner fin a su guerra contra Hamas. Le va la vida en ello.

Y quienes en el exterior aún no lo entendieron, deben saber que la victoria sobre Hamas es un logro que necesita el mundo libre todo, para descorazonar a los terroristas por doquier.

Es que esta es una guerra de la luz contra la oscuridad.